El rol fundamental de la medicina biológica frente a las enfermedades
crónicas es el de prevención. De hecho, creo firmemente en que si
lográramos instruir, educar y convencer a la población de la importancia
de llevar una vida sana, a futuro la realidad de incidencia y
mortalidad por enfermedades crónicas cambiaría.
Para esto, una variable muy efectiva es poder aprovechar a tiempo las
ventajas que ofrece la medicina biológica. Disminuir el riesgo de la
exposición a toxinas y drenar la matrix extracelular previo a que las
toxinas lleguen a dañar la célula, por ejemplo. Esto, de preferencia,
mucho antes de que haya síntomas y alteración de los exámenes de
laboratorio.
En el último tiempo estas enfermedades se han incrementado y muchas
veces a causa del uso de medicamentos convencionales como
antiinflamatorios, esteroidales, o no esteroidales, que en algunos
pacientes, al frenar el proceso inflamatorio en fase aguda, facilitan el
paso a la cronicidad.
Por su parte, la medicina biorreguladora, al usar moduladores de la
inflamación, permite que el proceso llegue a término siguiendo su curso
natural y, por ende, que sea favorable para el organismo, evitando en
muchos casos que la inflamación se transforme en crónica.
La realidad chilena habla de un promedio mayor de sobrevida en los
últimos años, siguiendo la tendencia de lo que ocurre en los países
desarrollados. Ello lleva naturalmente a tener más posibilidades de
aparición de enfermedades crónicas y si se a esto le sumamos los malos
hábitos de los chilenos, ya sea de alimentación, ingesta de alcohol y
tantos otros, la realidad no se ve muy positiva.
De hecho, la última Encuesta Nacional de Salud en Chile 2009-2010
(Ministerio de Salud-Universidad Católica de Chile) así lo dejó de
manifiesto con cifras alarmantes en varios aspectos, como obesidad
juvenil, síndrome metabólico, sedentarismo y tantos otros. Números que
hablan por sí solos del mínimo o nulo cuidado de su salud que tienen los
chilenos.
El futuro no se ve muy optimista con estos datos, especialmente al
vislumbrarse un incremento importante de casos de diabetes,
hipertensión, obesidad, accidentes vasculares, infartos del miocardio,
que posteriormente podrían terminar en enfermedades crónicas, mala
calidad de vida en la adultez y vejez, y, finalmente, disminución del
promedio de vida por la mortalidad a causa de todos estos males.
Otro factor lamentable es que esto ocurra con mayor frecuencia en los
sectores de menores recursos, ya que son los que tienen una
alimentación aún más “tóxica”, con todos los efectos negativos que esto
provoca. A ello se suman los mayores índices de alcoholismo y
drogadicción, que tienen directa relación con la alteración de la matrix
extracelular, especialmente hepática, bloqueando el importantísimo rol
detoxificador de este órgano. Por último, la falta de cultura de
actividad física y la contaminación ambiental en los sectores
periféricos del país es un punto negativo adicional.
La medicina tradicional otorga solución a las enfermedades crónicas
con tratamientos que pretenden aliviar al paciente en sus molestias,
pero no los mejora. Por ejemplo, personas con enfermedades crónicas como
la Artritis Reumatoide, que se manejan con antiinflamatorios no
esteroidales y que cuando ya no responde se llega a los corticoides y a
inmunosupresores que tratan de controlar las molestias, pero tienen
efectos colaterales progresivamente mayores.
Afortunadamente, en los últimos tres años se observa más preocupación
por un enfoque preventivo que sin duda es la manera de abordar el
problema para lograr resultados. La medicina biológica lleva tiempo en
este camino y siempre enseñará a prevenir muchos de estos cuadros y a
retardar la aparición de otros, minimizando en todos los casos el uso de
medicamentos químicos, especialmente frente a pacientes que manifiestan
inflamación. Manejándolos con medicina biorreguladora les permitiremos
una mejor calidad de vida, mayor sobrevida y disminución de las
patologías crónicas.
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